El segundo día de nuestra estancia en Addis Abeba fuimos a visitar la escuela de Abugida, proyecto de la ONG Mediterranea con la que ABAY colabora (
http://blogabay.wordpress.com/2010/08/31/colaboracion-con-ong-mediterranea-guarderia-en-abugida ). Era un día importante en Etiopía pues, a parte del cumpleaños de Eshetu, era el día de Haile Selassie. Muy a propósito, nuestro nuevo conductor era Rasta y llevaba la camioneta decorada con símbolos del emperador, gracias a él comprendimos que los tamborcitos que se venden en los mercadillos de ABAY resultan ser adornos para colgar del espejo retrovisor del coche.
La escuela está en Akaki y a parte de ser escuela y guardería tiene un comedor que da de comer y desayunar diariamiente a todos sus niños, y organiza clases de amárico para adultos por las tardes. Al ver la escuela entendí perfectamente lo que Paco quiere decir cuando sueña que nuestra escuela en Walmara se parezca al paraíso Abugida.
Cuando llegamos a la escuela, dejando atrás el tráfico imposible de Addis Abeba y su aire irrespirable, nos encontramos con el mejor recibimiento que podíamos imaginarnos. En la puerta nos esperaba Zerium y dentro, con toda la expectación del mundo concentrada en sus sonrisas, los maravillosos niños de Akaki. Los niños, fuera de sus aulas, estaban a derecha e izquierda, sobre las escaleras que llevan a las oficinas y a las clases. Con sus uniformes y sus miradas intensas agitaban las manos nerviosos, como si fuésemos más de lo que realmente éramos.
Nos quedamos paralizados mirándolos, muy emocionados y conmovidos. Una de las niñas de la escuela se acercó a nosotros con un ramo de flores como regalo de bienvenida y ni ninguno de nosotros fue capaz de cogerlo en un primer momento, la pobre niña se quedó parada ante nuestra propia parálisis, y con cara de no entender nada volvió la vista hacia sus maestras. Al darme cuenta le cogí las flores y le bese la cara, me sentía en cierto modo avergonzada de tener entre las manos un regalo que no sentía merecer.
Luego los niños nos cantaron algunas canciones y después se rompió el orden de las escaleras y todos comenzamos a bailar, enseñados por los pequeños maestros de baile etíopes.
Invertimos casi todo el tiempo bailando y riendo con los niños y después, cuando llegó la hora de la comida, pasamos a visitar la escuela. Pasamos por las clases de los mayores
Por la guardería recién organizada por las voluntarias que estaban en ese momento en la escuela
Vimos comer a los melones (niños entre 2 y 4 años)
Y como los bailarines aguardaban cola para lavarse las manos antes de pasar al comedor
Después, antes de salir hacia Wonji, nos obsequiaron con la ceremonia del café. Edu pasó allí el día entero, fascinado por el lugar donde que estaría, una semana después, trabajando como voluntario.
Salimos de Abugida felices, pensando, como el Principito, que lo que embellece al desierto es que esconde un pozo en cualquier parte.