martes, 20 de octubre de 2009

12 de Julio de 2009: TRES obeliscos, TRES lenguas, TRES puntos....




Volvíamos al centro de Axum a vistar la tumba del rey Bazen (Baltasar) cuando nuestra compañera de viaje, Marta, quiso parar en una tienda. En el coche íbamos las cuatro, Solomon, Million y Sisay, nuestro guía en Axum. Irene y yo nos habíamos sentado en la parte de atrás, con las mochilas y demás aperos de viaje, y al parar Million nos sujetó la puerta trasera, que no se mantenía abierta sola. Primero salió Irene y después yo, que salté sin mirar ni calcular y me di un golpe en la pierna con el enganche del remolque. Al principio no me dolió mucho, y estaba convencida de que no me había pasado nada, pero enseguida noté que me había herido y que estaba sangrando. La herida era profunda y tenía un aspecto bastante feo, así que volvimos al coche y me llevaron a una clínica. Por supuesto, el aspecto de única de Etiopía no es el de una clínica de España, pero el trato tanto personal como profesional fue impecable. Se entraba a la clínica por un patio alrededor del cual estaban las consultas, los pacientes aguardaban en el patio sentados en bancos de piedra. Al llegar fui –la farenji herida- la atracción de la sala de espera. En seguida me pasaron a una consulta, una enfermera me limpió la herida y después el médico nos confirmó lo que ya suponíamos, que había que coser. La enfermera, que era encantadora, le pidió a Million que le enseñara a decir “no te preocupes” en mi idioma, y fue conmovedor cuando después se dirigió a mi y en un español sorprendentemente perfecto me dijo “no te preocupes”. Fue un gesto precioso que no olvidaré nunca, y me hubiera encantado hablar amárico y poder decirle que solo con su sonrisa ya sabía que estaba en buenas manos.
Millión fue a comprar la vacuna (me pusieron un recuerdo del tétanos) y al rato regresó el doctor y me cosieron. Me anestesiaron y no sentí nada, pero agradecí en el alma la compañía de Million que no me soltó la mano en ningún momento. Luego por la noche, cuando le agradecía lo bien que se había portado conmigo, me dijo que el sabía lo que era estar enfermo lejos de casa, lejos de la familia… Irene y yo, que éramos las que estábamos con él en ese momento, nos quedamos fascinadas por su sensibilidad.

Pasado el susto seguimos paseando por la ciudad, pronto anocheció y regresamos al hotel, no había luz y queríamos acostarnos pronto porque al día siguiente teníamos que estar en Santa Maria de Sión a las cinco de la madrugada…. Nos quedaba por presenciar lo mejor de Axum.

Esa noche, en la cama, escuchando el crujir de los látigos de los niños a lo lejos, no pude evitar pensar que pese a todo, había sido un gran día.

1 comentario:

  1. Uf! Se me encogió el corazón cuando Million nos contó cómo se sintió en esa ocasión. Y también me enseñó cómo la adversidad te puede servir para entender mejor a las personas y poder ponerte en su lugar.

    ResponderEliminar