martes, 10 de noviembre de 2009

13 de Julio de 2009: Amanecer en Axum

A parte de ser la cuna de la tradición histórica y cultural de país, la ciudad de Axum es conocida y venerada por la solemnidad y alcance de sus ceremonias religiosas como la celebración de la Epifanía etíope o Timkat.

En nuestro viaje a Etiopía tuvimos la suerte de presenciar una de esas ceremonias, un acto que se repite, sólo en Axum, los siete primeros días de cada mes etíope. El encuentro religioso, que es similar a las procesiones en España, está dedicado a un personaje bíblico cada mes y parte de la entrada de Santa Maria de Sión. Los sacerdotes, vestidos con sus trajes y ornamentos litúrgicos, dirigen el acto y portan una réplica del Tabot o Arca de la Alianza.

El acto comienza a las cinco de la mañana, antes del amanecer, por lo que tuvimos que levantarnos muy temprano.

De camino a Santa María de Sión vimos ríos de gente silenciosa, completamente cubierta de blanco, dirigirse hacia allí con paso lento y firme. Había niños, mujeres y ancianos, todos caminando guiados por la misma llamada, por la misma fé.

La procesión partía de una especie de plaza cercana a la catedral con un árbol inmenso en su centro. Al lado de árbol estaban los sacerdotes, cargando el Arca y conduciendo la ceremonia con sus cantos y oraciones. Alrededor de ellos y a un radio de unos ocho metros, ciertos de axumitas se entregaban a la ceremonia, podía verse la devoción en sus caras iluminadas por la luz de las velas que llevaban en la manos.

Nosotras mismas no pudimos sino entregarnos al silencio, un silencio que únicamente se rompía con el canto de los sacerdotes, un canto que no es sino otra forma de silencio.

La concentración de los asistentes era tal que ni siquiera repararon en nosotras, las farenji, que entre todas esas personas vestidas de blanco de la cabeza a los pies, éramos como luciérnagas en mitad de la noche. Nadie menos este niño, que al darse media vuelta se encontró con tres fantamas de piel blanca y no daba crédito de lo que estaba viendo



La comitiva partió de la plaza y dio una vuelta completa a la manzana. Esperamos a que regresaran y fue sobrecogedor, justo antes de que apuntara la luz del día, ver como el tumulto de pañuelos blancos, velas y el sonido de los tambores y sistros se iba acercando…



La ceremonia terminó en la plaza de partida cuando ya era de día. Me faltan las palabras para expresar lo que vimos y lo que sentimos, al recordarlo me vuelve a asaltar esa sensación de irrealidad y de calma inolvidable. Al pensar en imágenes de vida cotidiana, y después observar lo que estaba ocurriendo a mi alrededor, me parecía estar viviendo varias vidas al mismo tiempo, como si fuera necesario salir de mi misma para estar allí.



Cuando llegó el día y terminó la ceremonia las cosas volvieron a tomar su forma y desaparecieron las hadas de la noche. Con la energía completamente renovada nos fuimos a desayunar, por supuesto café-té y bombolinos.


Qué rico…..

martes, 20 de octubre de 2009

12 de Julio de 2009: TRES obeliscos, TRES lenguas, TRES puntos....




Volvíamos al centro de Axum a vistar la tumba del rey Bazen (Baltasar) cuando nuestra compañera de viaje, Marta, quiso parar en una tienda. En el coche íbamos las cuatro, Solomon, Million y Sisay, nuestro guía en Axum. Irene y yo nos habíamos sentado en la parte de atrás, con las mochilas y demás aperos de viaje, y al parar Million nos sujetó la puerta trasera, que no se mantenía abierta sola. Primero salió Irene y después yo, que salté sin mirar ni calcular y me di un golpe en la pierna con el enganche del remolque. Al principio no me dolió mucho, y estaba convencida de que no me había pasado nada, pero enseguida noté que me había herido y que estaba sangrando. La herida era profunda y tenía un aspecto bastante feo, así que volvimos al coche y me llevaron a una clínica. Por supuesto, el aspecto de única de Etiopía no es el de una clínica de España, pero el trato tanto personal como profesional fue impecable. Se entraba a la clínica por un patio alrededor del cual estaban las consultas, los pacientes aguardaban en el patio sentados en bancos de piedra. Al llegar fui –la farenji herida- la atracción de la sala de espera. En seguida me pasaron a una consulta, una enfermera me limpió la herida y después el médico nos confirmó lo que ya suponíamos, que había que coser. La enfermera, que era encantadora, le pidió a Million que le enseñara a decir “no te preocupes” en mi idioma, y fue conmovedor cuando después se dirigió a mi y en un español sorprendentemente perfecto me dijo “no te preocupes”. Fue un gesto precioso que no olvidaré nunca, y me hubiera encantado hablar amárico y poder decirle que solo con su sonrisa ya sabía que estaba en buenas manos.
Millión fue a comprar la vacuna (me pusieron un recuerdo del tétanos) y al rato regresó el doctor y me cosieron. Me anestesiaron y no sentí nada, pero agradecí en el alma la compañía de Million que no me soltó la mano en ningún momento. Luego por la noche, cuando le agradecía lo bien que se había portado conmigo, me dijo que el sabía lo que era estar enfermo lejos de casa, lejos de la familia… Irene y yo, que éramos las que estábamos con él en ese momento, nos quedamos fascinadas por su sensibilidad.

Pasado el susto seguimos paseando por la ciudad, pronto anocheció y regresamos al hotel, no había luz y queríamos acostarnos pronto porque al día siguiente teníamos que estar en Santa Maria de Sión a las cinco de la madrugada…. Nos quedaba por presenciar lo mejor de Axum.

Esa noche, en la cama, escuchando el crujir de los látigos de los niños a lo lejos, no pude evitar pensar que pese a todo, había sido un gran día.

12 de Julio de 2009: El fin del imperio Axumita

Después de comer continuamos con la visita histórica. Primero visitamos la Tumba de Gebre Meskal. Gebre Meskal fue el hijo de Caleb, rey de Axum entre los años 493-534 d.C. Este soberano reinó en Axum en tiempos de los Nueve Santos, cuando la difusión de cristianismo en Etiopía estaba en pleno apogeo. Caleb es considerado y venerado como un Santo en la iglesia Ortodoxa de Etiopía, por liderar una expedición hacia Arabia donde derrotó a Dhu Novas, soberano de la actual Yemen, que en nombre de la religión Judía que profesaba emprendió una sangrienta persecución contra los cristianos. Tras su victoria, la tradición dice que Caleb, como muestra de agradecimiento, viajó a Jerusalén y depositó su corona en el Santo Sepulcro.
La Tumba de Gebre Meskel se encuentra a tres kilómetros del centro de Axum. En el interior de sus ruinas, unas escaleras de piedra conduce a un gran número de galerías subterráneas. Según la tradición Caleb y su hijo guardaban en estas cuevas sus tesoros y joyas, y en ellas es posible ver  arcas de piedra donde supuestamente se depositaban las riquezas. Para pasar de una galería a otra los pasillos son estrechos, tanto que a veces hay que pasar de lado. La oscuridad es total (tuvimos que bajar con linternas) y la cantidad de murciélagos que cuelgan de los techos hace que el olor sea casi insoportable desde se desciende el primer escalón. Cuando bajábamos, Solomon nos asustaba imitando el ruido de los murciélagos, disfrutó como un niño con nuestros “gritos”…
El emperador Gebre Meskel mandó construir la iglesia de uno de los lugares más emblemáticos del Norte de Etiopía, el monasterio de Debre Damo que se encuentra a 76 Km de Axum. Este monasterio está ubicado sobre la cima de una roca aislada y la única manera de acceder a él es escalando un precipicio de 15m de altura con ayuda de una cuerda que los monjes lanzan desde arriba. Es un misterio la manera en que fue construido este monasterio, la leyenda cuenta que uno de los Nueve Santos, Abune Aregawi, buscaba un lugar idóneo para la oración y el recogimiento y que Dios le envió una serpiente que lo subió hasta el lugar donde actualmente se encuentra el monasterio. La representación de esta escena es uno de los iconos más frecuentes en las iglesias de Etiopía.



Después visitamos las ruinas del palacio de la Reina de Saba. Según los axumitas, la reina de Saba está enterrada justo enfrente, donde se encuentra un nuevo campo de estelas. En la actualidad tanto las estelas, prácticamente todas rotas y caídas, como el palacio se encuentran rodeados de campos de cultivo similares a los de cualquier otro lugar del norte de Etiopía. Si las ruinas de este palacio pertenecieron o no a Makeda, la reina de Saba, es algo que la historia no ha confirmado aunque si la tradición de Etiopía. Parece ser que en una primera expedición arqueólogos italianos dataron el palacio en el siglo VI d.C, pero un estudio posterior, esta vez británico, se encontraron restos (monedas) que apuntan a la época de la reina de Saba.





De regreso al centro histórico de Axum, en una pequeña casa no muy diferente a las barracas en que vive la gente, se encuentra la inscripción trilingüe, que conmemora la victorias del rey Ezana en cada una de las tres lenguas empleadas entonces, el sabeo, el griego y el geez. Ezana, anterior al rey Caleb, declaró el cristianismo como religión oficial del reino de Axum.

Aunque la decadencia de imperio axumita se inicia en el siglo VII por la pérdida de comercio del mar Rojo y la consiguiente pérdida de la principal fuente de riqueza del impero, la tradición atribuye el desmoronamiento del reino de Axum a la reina judía Judith, que en el siglo X, invadió, destruyó iglesias y saqueó el reino hasta hacerse con el trono tras la muerte del emperador.

viernes, 16 de octubre de 2009

12 de Julio de 2009: Las estelas de Axum

Después de visitar Santa Maria de Sión y sólo cruzando la calle llegamos al Parque de las Estelas, el lugar más impresionante de Axum. Hay restos de estelas por toda la ciudad, se cuentan más de trescientas y se cree que debieron abarcar al menos un kilómetro de terreno. De los siete obeliscos levantados en la antigua Axum solamente tres  pueden contemplarse en la actualidad, uno de ellos, el de mayores dimensiones, se encuentra completamente desplomado en el suelo, y se cree que probablemente cayó en el momento de su izamiento. Este inmenso bloque de piedra es el mayor monumento monolítico del mundo.



Todos los obeliscos son monolitos de granito rematados por un semicírculo y su decoración es idéntica, talladas en la piedra pueden observarse las siluetas de puertas y ventanas, probablemente tantas como tumbas se encuentran bajo cada una de los obeliscos.



En el centro del parque se encuentra la única estela que se mantiene el pie desde su origen y cuya construcción se le atribuye al rey Ezana en el siglo IV d.C.



El segundo monolito en pié se encuentra apuntalado y ha regresado a Axum recientemente, hace sólo cuatro años. Este obelisco fue arrebatado al pueblo de Etíope durante el breve periodo de ocupación italiana (1936-1941) por orden de Mussolini y trasladado a Roma en 1937. Años después, Etiopía e Italia firmaron un acuerdo de paz en el que se pactaba la devolución del obelisco pero impedimentos políticos, económicos y técnicos retrasaron el regreso del monumento a su país.
Fue el 25 de Abril de 2005 cuando Etiopía recuperaba el obelisco. El día en que Etiopía celebraba la entrada en el año 2000 según su calendario, se organizó una gran fiesta en Axum, en la que participó en director general de la UNESCO (Axum es patrimonio de la humanidad desde 1980) para celebrar que finalmente el obelisco completo, llevado a Etiopía en tres bloques, se encontraba completamente erigido. Hay evocaciones a este momento por todo Axum, por ejemplo, en la recepción del hotel donde nos alojamos, junto a una maqueta del obelisco, había una fotografía de ese día, cuando representantes de ambos gobierno, de la iglesia de Etiopía y de la UNESCO celebraron la reinstalación del monolito en el lugar que nunca debió abandonar.
Esto es lo que recuerda en Axum aquel momento tan importante para toda Etiopía:



Se piensa que los obeliscos eran monumentos funerarios y que corresponden, según el refinado de su decoración, a diferentes épocas del imperio axumita. En realidad hay estelas semejantes, aunque de menor tamaño, por toda Etiopía, como las estelas de Tiya, al sur de Addis Abeba, que según la leyenda tradicional fueron lanzadas por gigantes.
Después de perdernos en el Parque de las Estelas y visitar la tumba de Armah, el primer rey de Axum, entramos en el Museo de Axum donde aprendimos algo de las historia del reino axumita. En esta visita nos hizo mucha ilusión saber que un rey muy especial, el rey Baltasar, fue soberano de Axum, donde se encuentra su tumba. Los guías no sólo de Axum, también de Gonder y del Lago Tana, hicieron varias veces referencia a los Reyes Magos. Lo curioso es que ellos dicen Baltasar, Gaspar y Melchor, justamente el orden contrario en que nosotros les nombramos.
A la salida del museo dos mujeres preparaban la ceremonia del café y nos sentamos a respirar la tranquilidad de la ciudad. De ese reino esplendoroso, rico y muy activo que habíamos conocido en el museo salimos a una ciudad tranquila que enmudece antes los restos de su pasado sagrado.



Bebimos el café acompañado de palomitas e incienso y probamos el teich, que tiene un sabor suave a vino dulce. Estábamos en un pequeño rectángulo, en la sombra, y de frente podíamos admirar los obeliscos. En la esquina, entre sol y sombra, una mujer hacía un pequeño mesob (una especie de cesto para dejar la injera) con sus manos.



 Al terminar, silenciosamente, nos condujo a un par de tiendas donde traernos a casa algo del colorido de la artesanía etíope.






Así queda mi pequeño mesob en casa:



domingo, 4 de octubre de 2009

12 de Julio de 2009: Visita a Axum. Santa Maria de Sión

Comenzamos la visita a Axum por el complejo de iglesias de Santa María de Sión, uno de los lugares más importantes para la Iglesia Ortodoxa de Etiopía por albergar su venerado Tabot (Arca de la Alianza).
Dentro del complejo hay dos iglesias, la antigua, construida por el emperador Fasilidas a principios del siglo XVII y otra nueva, mandada construir por Haile Selassie I. Esta última iglesia, a semejanza de la primera, está dividida en tres zonas, una central dedicada a Santa María y dos laterales en honor a Gabriel y Michael y su construcción fue el resultado de la promesa que Haile Selassie le hizo a Dios cuando, ayudadas por Inglaterra, las guerrillas etíopes pusieron fin a cinco años de ocupación Italiana.



Primero visitamos esta primera iglesia, más moderna y muy diferente exteriormente a las iglesias de Etiopía que conocíamos hasta ese momento. Su interior diáfano y luminoso,  su decoración ya nos era familiar, la misma iconografía dedicada principalmente a la Virgen María (ellos la llaman Santa María) y a San Jorge, los tambores, los sistros, los textos de la liturgia ilustrados y escritos en Geez, los religiosos rezando en una esquina… Lo interesante de visitar una iglesia en Etiopía es que mantiene intacto el espíritu de lo que debe ser una iglesia, que profeses la religión que profeses e incluso, como es mi caso, aunque no tengas religión alguna, no te cabe duda que estás en un lugar sagrado. Pienso en cualquier catedral de Europa, o de España para no irnos lejos, y esa sensación de religiosidad desaparece, suelen estar llenas de gente paseando, de cámara de fotos, de miles de susurros que juntos ya no son un susurro y entre tanto resulta difícil perderse, resulta difícil saber qué distingue una iglesia de cualquier otro tipo de monumento. En Etiopía no era así, las iglesias, con su austeridad, con su penumbra, con sus alfombras deshilachadas cubriendo el suelo, con los iconos de siglos protegidos únicamente con una sábana vieja, con su silencio, con todo eso, las iglesias de Etiopía obedecen sin fisuras a la definición de templo.



La entrada a la iglesia antigua no está permitida a las mujeres aunque si lo está el pequeño museo que se encuentra al lado. Sisay fue nuestro guía en la visita al museo y la iglesia, incluso nos hizo una demostración emocionante de cómo se canta la liturgia. El museo es una sala rectangular ordenado varias filas de vitrinas. Dentro de ellas se exponen coronas, cruces procesionales, trajes y otros objetos históricos de gran valor.
En el complejo se encuentra el lugar más interesante de todos por su significado aunque ninguna persona, ni siquiera los religiosos del complejo, tiene acceso a él, solo un monje guardián. Se trata de una pequeña capilla en cuyo sótano se encuentra el Tabot, el objeto sagrado que hace de la leyenda una realidad, de Etiopía un pueblo elegido por Dios y que determina la historia de un país donde el poder y la religión están íntimamente ligados. La presencia del Arca de la Alianza en Etiopía confirma que Menelik I, hijo de la reina de Saba, fue el primero de una dinastía de emperadores descendientes del Rey Salomón y por tanto del mismo linaje que Jesucristo.
La historia de Makeda, la Reina de Saba, y el Rey Salomón está escrita en un libro fundamental para el pueblo etíope, el Kebra Negast, la gloria de los reyes. Este libro ha reafirmado durante siglos la fe en el linaje “divino” de los emperadores lo que ha marcado la capacidad y el modo de gobierno de estos soberanos.
Este libro narra como la Reina de Saba viajó a Jerusalen a conocer al Rey Salomón. Durante su estancia allí el rey quedó prendado de la belleza de Makeda y la última noche de la estancia de la reina le tendió una trampa para seducirla. El Rey convenció a la reina de que pasara la noche en palacio a condición de prometer no tomar nada de ella sin su permiso, el rey, por su parte, le puso a cambio la condición de que ella no tomara nada de palacio sin autorización suya. Bajo este pacto la reina cedió a dormir en palacio y el rey Salomón organizó un banquete en su honor en el que se sirvieron platos muy salados. Por la noche la reina Makeda no podía dormir a causa de la sed inmensa que le provocó la cena y desesperada bebió el agua que el rey Salomón había dispuesto en su habitación. Al tomar el agua sin permiso del rey, se rompió el pacto que ambos habían acordado y el rey Salomón y la reina de Saba pasaron la noche juntos.
Makeda regresó a Etiopía embarazada y de su idilio con el rey Salomón nación Menelik I. Cuando Menelik fue adulto viajó a Jerusalén a conocer a su padre y permaneció allí tres años. Cuando regresó a Etiopía Salomón ordenó a los primogénitos de los nobles que lo acompañaran y uno de ellos, que tenía que coger un trozo del manto que cubría el Arca tal y como Salomón le prometiera a Makeda, reemplazó el Arca verdadero por una réplica y partió con ella en la comitiva que llevaba de regreso a Menelik. De esta manera el pueblo etíope pasó a ser depositario del Arca de la Alianza que fue escondido durante 800 años en un monasterio del Lago Tana y posteriormente trasladado a Axum por el rey Ezana.



viernes, 2 de octubre de 2009

11 de Julio de 2009: Llegada a Axum

La segunda cita obligada (cronológicamente la primera) en la llamada ruta histórica es la visita a Axum. Si Lalibela es el lugar donde reside el profundo sentimiento religioso del pueblo etíope, Axum alberga la semilla de su tradición, su historia y sus más arraigadas creencias.
En la actualidad Axum es una ciudad del norte de Etiopía dedicada fundamentalmente a la agricultura. Sin embargo, Axum tiene un toque de distinción respecto a otras ciudades del Tigray al estar sembrada de las huellas del glorioso imperio axumita. Además, estas huellas, pese a estar muy deterioradas por las cicatrices del tiempo y proceder de una civilización que tuvo su origen al inicio de la era cristiana, son los pilares del las más sagradas creencias del pueblo etíope.
El imperio axumita, cuya capital estaba en Axum, se extendía desde Eritrea hasta el norte de Etiopía y en ciertos periodos abarcó algunas regiones del sur de Sudán y de Yemen. La actividad económica del imperio axumita dependía de las rutas comerciales hacia el mar rojo. Fue el primer estado africano en acuñar moneda y durante su gobierno la escritura geez, la primera lengua escrita en Etiopía, sustituyó al griego en la liturgia.

Llegamos a Axum a media tarde. En el hotel nos esperaba Sisay, nuestro guía local en Axum, estudiante de teología y amigo íntimo de nuestros compañeros de viaje. Simpatizamos con Sisay desde el primer momento. Después de descargar las mochilas hicimos una pequeño recorrido por la ciudad, desde el cuatro por cuatro pasamos por todos los lugares de interés que visitaríamos detenidamente al día siguiente (el Parque de las Estelas, la iglesia de Santa María de Sión, etc) e hicimos dos paradas, una en los baños de la reina de Saba (un embalse de agua inmeso excavado en la roca) y otra en un mirador cercano desde donde pudimos contemplar los imponentes obeliscos en el parque de las estelas. Anochecía, caía una lluvia fina y la imagen tenía algo de irreal, algo de viaje en el tiempo, como si las estelas realmente no estuvieran ahí, como si fueran una aparición o una ilusión.
Cenamos en el hotel escuchando música de Bezuayehu Demissie y bromeando con la plataforma giratoria de la mesa con la que el camarero nos iba pasando los platos. Buena comida, buena compañía, mucha complicidad y risas. Nos fuimos pronto a la cama, nos esperaba un día intenso….

domingo, 20 de septiembre de 2009

11 de Julio de 2009: Las Ruinas de Yeha y el mercado de Adwa



Salimos de Wukro temprano, nada más desayunar. Nos esperaban 300 km de carretera hasta llegar a Axum. Esa mañana era una mañana muy especial, se respiraba algo de nerviosismo en el ambiente. El Padre Ángel sacó de su armario el traje para acudir al evento más especial del año: a la graduación de los alumnos de St Mary. Profesores con toga, alumnos y familiares vestidos con sus mejores ropas se dirigían a la escuela cuando salimos con el coche de las instalaciones de Ángel Olaran. El ambiente era festivo, los niños parecían impacientes y la calle estaba llena de gente, me recordó a los domingos en mi pueblo cuando era pequeña.



Nos dio mucha pena dejar Wukro y nos llevamos grabadas las caras de sus niños, sus manos suaves apretando las nuestras.

Nos lanzamos de nuevo a la carretera advertidas de que el paisaje a partir de aquel punto no iba a ser tan espectacular como lo había sido hasta Lalibela. Qué equivocadas estábamos en ese momento…. El espectáculo sólo acababa de empezar. No hubo un solo día de viaje que se hiciese largo, aburrido, que la vista se cansase de mirar a la carretera, de admirar el continuo desfilar de mujeres, ancianos, ganado, niños, montañas, árboles gigantescos...





De camino Axum hicimos dos paradas interesantes, una en las Ruinas de Yeha (El templo de la luna) y otra en Adwa. Yeha es el templo más antiguo del país, su construcción se fecha entre los siglos VI y VII antes de Cristo. Fue levantado durante la época sabaeana, anterior a la axumita, aunque no se sabe gran cosa acerca de la civilización que construyó el templo. Las investigaciones arqueológicas más recientes han demostrado que Yeha fue un extenso asentamiento y en las excavaciones, aún sin finalizar, se han encontrado diferentes tipos de objetos, como hornillos de incienso, armas de hierro y utensilios de cerámica. Su estado de conservación es bastante bueno y lo impresionante de su construcción es que está levantado con inmensos bloques de piedra rectangulares que están anclados unos a otros sin uso alguno de mortero.



En el siglo XVI se construyó en el interior del templo una iglesia cristiana que a principios del siglo XX fue reemplazada por otra, la que ahora se sitúa junto al templo. Esta iglesia está dedicada al monje Abune Aftse, uno de los nueve santos (Los nueve santos llegaron a Etiopía sobre el año 480 desde Roma, Constantinopla y Siria, acabaron con el paganismo en Etiopía, fundaron numerosos monasterios y tradujeron al Ge´ez la Biblia). La leyenda dice que Abune Aftse fue trasladado por un ángel a Yeha cuando huía de la persecución sufrida en diferentes lugares de Etiopía.



Visitamos la iglesia y el museo, todo ello en la misma localización. Toda Etiopía está salpicada de iglesias. Y las iglesias son los museos de Etiopía. Son los monjes los que custodian los tesoros. Hacinados en estanterías polvorientas hay manuscritos, iconos, instrumentos musicales antiguos, joyas… Todo ello expuesto a cualquiera sin ningún tipo de protección, expuesto, como el mismo pueblo etíope, a la más absoluta intemperie.
En la puerta del museo un hombre vendía cereales y anotaba las cuentas en una pequeña libreta. Por encima de ellos, el monje nos observaba, siempre con gesto de salir de otra dimensión a recibirnos y de volver a sumergirse en ella al decirnos adiós. La austeridad y la soledad en que viven estos monjes te hace pensar que realmente han caído del cielo, que siempre han estado ahí, tal cual están ahora, que nunca han sido niños, ni adolescentes, que nunca han deseado nada.




Fuera del complejo nos esperaban los niños del pueblo. Los mayores jugaban con una cuerda larga que ya habíamos visto por los caminos de Etiopía. La trenzan como si fuera un látigo y la hacen dar vueltas por encima de sus cabezas. Cuando la cuerda coge velocidad se escucha como un chasquido, como si se rasgara el aire. No se cómo se llama en Etiopía ese juego, yo les llamo domadores de aire (domadores de aire estrenan la humedad de la mañana antes de ir a la escuela).



A la hora de la comida visitamos Adwa. Adwa es un lugar glorioso en la historia de Etiopía, cualquier etíope se llena de orgullo al hablar de lo que esta ciudad representa para el país y para todo el continente africano. En Adwa el ejército etíope conducido por el emperador Menelik II venció al mucho mejor equipado ejército italiano el 1 de marzo de 1896. Este hecho convirtió a Etiopía en la primera nación africana que conseguía vencer por las armas a un país europeo.
En Adwa comimos, tomamos un café-té y visitamos el mercado. Durante la el café un niño se ofreció a limpiar nuestro zapatos, y en la visita al mercado, como ya era habitual, los niños nos perseguían de calle en calle… A una de las niñas le daba miedo acercarse a nosotras y Anunci se lo paso en grande haciéndola rabiar…




En el mercado nos compramos una Yebena y Coralima, una especia parecida a la pimienta con cierto gusto a limón.






Los mercados de Etiopía son la mejor muestra de la precariedad del la vida allí. Nada es basura: todo se compra y se vende.

lunes, 14 de septiembre de 2009

10 de Julio de 2009. Últimas horas en Wukro: Sesión de peluquería, la imagen más triste y velada con la pequeña periodista

Cuando regresamos a las instalaciones del Padre Ángel había dejado de llover y los niños estaban jugando en la entrada. Habían estado ayudando a recoger unas hierbas del colegio de St Mary y correteaban excitados de un lado para otro, parecía que estaban celebrando una fiesta. Al llegar nos contagiaron su emoción y como niñas nos unimos al juego, fascinadas por su simpatía y sus continuas muestras de cariño. Todos tenían una naranja entre las manos, naranjas que ninguno comía como intentando prolongar la existencia del tesoro. Una de esas niñas me tendió la suya, y aunque intenté no aceptarla al final no me quedó más remedio, doblegada  ante la insistencia etíope. Le dije a la niña que comería su naranja a la hora de la cena y la guardé en mi mochila con la esperanza de poder devolvérsela a su dueña . Estaba completamente conmovida por lo que estaba sucediendo, no podía dejar de preguntarme qué habría comido esa niña durante todo el día y sospechando la respuesta me di cuenta que acababan de hacerme el regalo más caro del mundo. Había recorrido kilómetros para una niña etíope, probablemente huérfana, con los pies llenos de barro y el vestido remedando por cada centímetro de tela me hiciera el regalo más caro del mundo…¡una naranja! Y sólo por estar allí, haciendo del día un acontecimiento, zurciendo su rutina de mala manera, como sus ropas, como sus vidas…

Hablaban y reían mucho, se “peleaban” por conseguir nuestra atención, nos pedían lápices para el colegio y mastica (chicle), usaban su zalamería para conseguir algo, lo que fuera, se conformaban con colgarse al cuello tu pañuelo, o con pasear un rato tu mochila, o con pequeño momento de atención. Y no dejaban de sonreír aunque les dijeses NO.

En un momento, las mayores nos sentaron en un escalón y montaron el salón de belleza. Tengo el pelo muy largo y en cuanto lo vieron les pareció entretenidísimo para hacer unas trencitas… usando un palito del suelo como peine, mucho tiempo y aprovechando que estoy muy acostumbrada a los tirones de pelo nos dejaron a Irene y a mi completamente desconocidas (tenemos que reconocer que las farenji carecemos por completo de esa elegancia innata de las mujeres etíopes para lucir según que peinados….). Mientras nos peinaban,  concentradas en su tarea empezaron a cantar, muy bajito, como si estuvieran durmiendo a un niño, y a Irene y a mi se nos hizo miguitas el corazón al escuchar de sus bocas la canción más dulce del mundo… Yo aún, si cierro los ojos, puedo recordarla….¡ ojalá no la olvidemos nunca!!!!

Después de cenar acompañamos al Padre Ángel en su visita a las familias, acto que repite cada noche, como una demostración más de que las familias de Wukro son sus familias y como tales a ellas dedica su tiempo, su afecto, su trabajo y su compañía. Primero hicimos una visita al hospital de Wukro donde estaba ingresada una de las madres del proyecto. Por la tarde habíamos estado jugando con su hijo, un niño muy serio, muy tímido, muy apagado. Cuando entramos en el hospital el olor a enfermedad nos sacudió la cara. En la misma sala se hacinaban las camas, los pies de una paciente casi tocaban la cabeza de otra. La mujer estaba prácticamente inconsciente, se quejaba entre sueños y según nos dijo el enfermero durante el día no había evolucionado según lo esperado. A los pies de la cama estaba el niño, demasiado pequeño para hacerse cargo de su madre enferma. El Padre fue a comprar las medicinas que había prescrito el médico y mientras le esperábamos salimos con el niño hasta la puerta del hospital. Seguramente no había cenado nada y le di la naranja que llevaba en la mochila. Sentí unas ganas inmensas de abrazarle y decirle que todo iba a salir bien. Me fui de Wukro con el deseo de proteger a ese niño, de lanzar al aire el deseo de que esa criatura haya agotado ya su ración de sufrimiento y que de aquí en adelante solo pueda ser feliz. Me fui de allí preguntándome, y aún continúo haciéndolo, qué va a ser de ese niño… De todas las imágenes que guardo del viaje es la única que me encoge el corazón en vez de hacerlo más grande.

Cuando dejamos el hospital fuimos a una de las casas de Wukro. Allí nos recibieron una madre con sus cuatro hijos y todos nos sentamos en el suelo, alumbrados por la luz de unas velas. La habitación tenía dos camas en forma de L, una mesa con barreños y utensilios de cocina y otra mesa con ropa. Una gallina saltaba por la cama del fondo, completamente ajena a nosotros. Como siempre el recibimiento fue cálido y afectuoso, de las dos hijas, la más pequeña regañó al Padre Ángel por no visitar a su familia con más frecuencia. La reunión giró completamente alrededor de esa niña, la madre prácticamente no se movió, arrinconada al lado de una de las camas y con visibles muestras de debilidad. Los hijos mayores, ya adolescentes, se mostraron más avergonzados y el pequeño dormía en una de las camas. La pequeña, como una perfecta periodista, fue interrogando una a una a sus invitadas de la noche, en un inglés inesperadamente bueno y usando su mano como micrófono nos preguntó el nombre, la edad, si teníamos hijos…. Y como buena interlocutora nos explicó también detalles de su familia. A la brillante luz de las velas sus ojos llenaban de vida el cuarto, inundados de esa vitalidad sobrehumana de los niños etíopes; su simpatía nos dejaba con la boca abierta, fascinadas de nuevo con frases tales como “Bienvenidas a Wukro, bienvenidas a mi casa, bienvenidas a mi corazón”.

lunes, 7 de septiembre de 2009

10 de Julio de 2009: Café y Bombolino en Wukro

Con semejante recibimiento llegamos tarde a la ceremonia del café…
El café es originario de KAFFA, en la región etíope de Sidamo, lugar de donde deriva su nombre aunque paradójicamente en Etiopía se le denomine bunna. Desde allí su uso se extendió a las regiones de cultura islámica a través de caravanas de mercaderes árabes y posteriormente se difundió por Europa partiendo de Turquía.
Tradicionalmente se cuenta que fue un pastor el que cayó en la cuenta de que sus cabras se volvían especialmente inquietas y nerviosas cuando comían el fruto de determinado arbusto. Al parecer este hallazgo interesó especialmente a los monjes de un monasterio cercano, que fueron los que se iniciaron en el consumo del café para mantenerse despiertos durante las largas noches de oración.
La preparación del café en Etiopía representa mucho más que una simple infusión, es el símbolo por excelencia de amistad y hospitalidad.
La preparación del café es una ceremonia sumamente solemne, todo un rito en el que se emplea bastante tiempo, un tiempo dedicado tanto a la elaboración del café y como a la creación de una intimidad especial entorno suyo.
La preparación de la ceremonia del café es ya en si misma una ceremonia en la que la anfitriona (son las mujeres las encargadas del ritual) esparce por el suelo flores y plantas formando un círculo que por un lado delimita el espacio dedicado a la preparación del café y por otro simboliza la unión entre el hombre y la naturaleza. Sobre esta alfombra de plantas, lugar sagrado que no se debe pisar ni atravesar, se disponen todos los utensilios necesarios para la elaboración del café. También, se enciende incienso con el fin de ahuyentar los malos espíritus de la casa.
Una vez iniciado el ritual la preparación del café comienza con el tueste del grano sobre un hornillo de hierro denominado bret mitad. Una vez tostado el grano se muele manualmente en un mortero llamado mukecha, se deja hervir en la ÿebënna (cafetera tradicional) y se sirve en unas pequeñas tacinas llamadas sini dispuestas sobre la rekebot, una pequeña mesita de madera.
Tradicionalmente se toman tres tazas de café en cada ceremonia, cada una de las rondas recibe el nombre de abol, tona y berreka. La primera de estas rondas, la de sabor más intenso, va dirigida a las personas de más edad y huéspedes y las dos restantes a todos los presentes en la ceremonia.
Es habitual por otro lado, acompañar el café con palomitas, garbanzos tostados, pan tradicional o y algunas bebida tradicional como el teich (vino casero hecho a partir de agua, miel y lúpulo). Parece ser que esta combinación responde a la intención de rendir culto a los antepasados, siempre presentes en la cultura africana en general y en la etíope en particular.
En Wukro apenas llegamos a la tercera ronda, pero si tomamos grandes dosis de lo que la ceremonia del café simboliza, de hospitalidad. Como todas las casas en las vistamos un Wukro una única habitación servía de dormitorio, cocina y sala de estar. Sentados entre las camas y algunas sillas unas diez personas, adultos y niños, nos repartimos en círculo alrededor de la anfitriona, completamente entregada a la ceremonia y sus invitados. Llegamos justo cuando fregaba las tazas de la segunda ronda y servía las de la tercera. El café estaba caliente y era lo más indicado para el momento; fuera estaba lloviendo a cántaros y traíamos los pies llenos de barro.


El café terminó pero no la ceremonia. Desde fuera, acallado el alboroto de los niños con la lluvia, debían de escucharse nuestras voces por todo Wukro… Sin conocer a nadie estábamos en familia, asombradas de escuchar a los más pequeños cantar en euskera (los voluntarios que han participado en el proyecto han dejado sus huellas en Wukro, incluso hay niños con nombres vascos en recuerdo del médico que atendió a la madres en el momento del parto) y felices de compartir ese momento. Nos despidieron como nos recibieron, con un cálido abrazo. A decir verdad nos sentimos abrazadas durante toda la ceremonia.
Después del café fuimos a visitar la iglesia de Wukro Cherkos, otra impresionante iglesia excavada en la roca aunque no completamente monolítica. Esta iglesia está dedicada a San Ciriaco y su interior está decorado por columnas y tallas decoradas en el siglo XV. El techo, también decorado con pinturas, se encuentra muy deteriorado por el incendio que tuvo lugar en el siglo X durante el reinado de la reina Judith. Como tantas iglesias de Etiopía Wukro Cherkos también alberga su pequeño tesoro, una réplica del venerado Tabot (Arca de la Alianza).

Al salir de la iglesia continuaba lloviendo intensamente, así que decidimos parar a tomar algo a la espera de poder seguir conociendo Wukro.
Entramos en un bar y todas las miradas se dirigieron a nosotras como ya era habitual. Mientras esperábamos a que nos trajeran los café-té (hay una técnica especial para que uno quede sobre otro, sin mezclarse en la misma taza) Million tarareaba Redemption Song, de Bob Marley, porque en la pared del local  estaba colgado un póster del cantante con el título de esa canción. Ahora se me ponen los pelos de punta cuando lo escucho y recuerdo su voz tímida y vibrante mientras cantaba…


Llegaron los cafés y el momento de conocer el dulce etíope, una especie de donut enorme llamado BOMBOLINO. Las tres dijimos al probarlo “qué rico” y Solomon, que ya se había arrancando a aprender de nosotras unas cuantas palabras en español repitió encantado “qué rico”, y a partir de ese momento y para siempre (al menos para nosotras) los bombolinos empezaron a llamarse simplemente QUÉ RICO.

Del bombolino regresamos a las instalaciones del padre Ángel donde nos esperaba la noche, la parte más sobrecogedora de nuestro paso por Wukro.

jueves, 3 de septiembre de 2009

10 de Julio de 2009: Llegada a Wukro


Aunque llegamos a Wukro después de lo previsto el Padre Ángel aún no nos estaba esperando. Entramos en sus instalaciones y con los ojos como platos recorríamos curiosas todo cuanto veíamos, pendientes de que Abba Melaku (como el Padre es conocido en Wukro) apareciera por cualquier esquina.

En las instalaciones hay dos hileras de casas separadas por una densa extensión de árboles. En la parte delantera, más cercana a la calle, se encuentran los lugares comunes, detrás de los frutales las habitaciones donde nos alojamos. Al cruzar la puerta del recinto, justo enfrente,  está la escuela de Saint Mary.

El Padre Ángel es un hombre jovial, cercano, cuando se acercó a nosotras nos recibió bromeando: “por lo blancas que sois debéis ser vosotras, yo soy yo” y así se rompió inmediatamente el hielo. Nos hizo pasar al comedor y nos ofreció café, té y un frutero con guayabas que había sobre la mesa. Después de intercambiar unos comentarios cordiales sobre el viaje y la lluvia que no acababa de llegar a Wukro nos dejó durante unos minutos para ir en busca de los niños y voluntarios que estaban pasando la mañana podando árboles a unos kilómetros de allí.

Cuando regresó, nos instalamos y poco después volvimos a reunirnos en el comedor para el almuerzo. Éramos unas diez personas sentadas a la mesa y el Padre nos maravilló con su vitalidad, con su sentido del humor, incluso con su manera de expresarse. Era un joven más entre jóvenes. Los voluntarios, casi todos del País Vasco, llevaban todo el mes de Julio allí y por su alegría, su entusiasmo, por la energía que contagiaban era evidente que estaban disfrutando cada minuto de esa experiencia. Hablaban como si llevaran toda la vida allí. Después de comer, nos propusieron acompañarles a una casa cercana a la que habían sido invitados a la ceremonia del café.

Cuando salimos de la casa el cielo estaba completamente cubierto y empezaba a llover. Andando a paso lento el camino de Saint Mary a la casa de Mayder (así es como le gustaba que la llamasen, su nombre era Mah´der) puede tomar a lo sumo unos cinco minutos, y aunque no uso reloj y por tanto no puedo precisar el tiempo exacto que pasamos en la calle, no exagero si digo que al menos tardamos tres cuartos de hora en recorrerlo. La calle estaba llena de niños, algunos de ellos simplemente estaban, como lo están en toda Etiopía, otros muchos intentaban ganar unos cuantos birr (la moneda etíope) vendiendo beles (higos chumbos).

No puedo describir lo impresionante que fue cuando, al torcer la esquina, una de las niñas del proyecto salió corriendo hacia mí y dando un salto se agarró a mi cuello y me abrazó con sus brazos fuertes aunque extremadamente delgados. En ese momento, el deseo de que la distancia entre España y Etiopía no fuera tan grande (y obviamente no me refiero a la distancia física) fue tan intenso que sentí que esa distancia se hacia más pequeña.

No paraban de aparecer niños y niñas de todas las edades, todos aparentando menos edad que la que tenían, todos con la ropa demasiado vieja, todos ansiosos por darte la mano, por hablar contigo, impacientes por ser los protagonistas y tener un motivo por el que mantener la risa, la caricia, todos demostrando que los momentos de euforia también son posibles en una de las regiones más pobres del planeta, que en Etiopía la tragedia y la vida en su estado más puro habitan en la misma casa, que pese a todo, no es tristeza lo que sus ojos trasmiten…

Nos rodearon decenas de niños, nos hablaban, nos abrazaban, aprendían nuestros nombres y los detalles de nuestras familias, nos invitaban a conocer sus casa, nos preguntaban cuánto tiempo nos quedaríamos deseosos de que fuera mucho, aunque nunca antes nos hubiésemos visto, y conseguían, con la primera mirada, que nosotras también deseásemos quedarnos allí más tiempo, rodeadas como estábamos de los mismísimos Ángeles de Wukro.

martes, 1 de septiembre de 2009

9 de Julio de 2009: Mañana Mekele

Salimos temprano de Lalibela con destino a Mekele. Nos esperaba otro día de carretera con destino a Mekele, un día de 279 kilómetros. Un día más de paisajes asombrosos, montañas, rostros y gestos impactantes que surgían de cualquier parte, como por arte de magia. Ninguna pista, ninguna carretera, ningún poblado era igual al anterior, siempre tenían sus características únicas, siempre sorprendentes:








Mekele fue la capital de Etiopía durante el reinado de Yohannes IV (1871-1889) y desde 1881 la sede del gobierno regional del Tigray. El palacio del emperador fue construido en 1882 por un arquitecto italiano y actualmente es sede del museo de la ciudad.

Mekele es una de las ciudades más grandes y modernas de Etiopía. Llegamos a media tarde y tuvimos tiempo de dar un paseo por la ciudad. Hicimos el camino de ida y vuelta por una larga avenida repleta de tiendas y de gente. No había luz en la ciudad y cuando anocheció el paseo se convirtió en un ejercicio de no pedernos de vista y no chocar con nada ni nadie al mismo tiempo. Fue el único día en que optamos por no llevar las mochilas en la espalda (Mekele era definitivamente una ciudad más moderna…. ).

Entramos en todas las tiendas de electrónica que encontramos en el camino (y fueron muchas) en nuestra búsqueda infructuosa de la tarjeta, y aunque esa noche no hubo éxito nos recomendaron una última tienda en la que por fin, a la mañana siguiente, pudimos encontrar lugar para las preciosas fotografías de Anunci.

Después del paseo regresamos al hotel cargadas de cuadernos y bolígrafos que compramos en una papelería, a la luz de las velas, para los niños del proyecto. Nos fuimos temprano a dormir: el Padre Ángel nos esperaba al día siguiente, a las once de la mañana –hora occidental- en Wukro.

Cuando a la mañana siguiente salimos de Mekele estábamos impacientes y en mi caso también algo nerviosa por nuestra visita a Wukro… era realmente un sueño estar tan cerca… me impresionaba pensar en lo fácil que había sido todo, un año antes ni siquiera conocía a las personas con las que estaba y ahora, concatenando unos acontecimientos con otros, estaba viviendo una experiencia muy emocionante sin prácticamente haber hecho ningún esfuerzo.

Estábamos allí, entre otras cosas, porque casualmente, paseando por la sección de libros del centro comercial las pasadas Navidades me encontré con el libro “Ángeles de Wukro”. Este libro, para los que no hayáis oido hablar de él, ha sido escrito por una periodista, Mayte Pérez Baez, y describe no sólo el trabajo y la dedicación del Padre Ángel Olarán en Wukro sino también su experiencia vital durante el tiempo que pasó allí como parte integrante del proyecto, así como testimonios y reflexiones acerca de la pobreza y la línea divisoria cada vez más grande que separa la miseria de la abundancia. El libro acababa de publicarse y reconozco que no sabía nada al respecto aunque si conocía, a través de los medios de comunicación, la labor del Padre Ángel en Etiopía. El caso es que la imagen de la portada de “Ángeles de Wukro” me puso alerta desde el primer momento pues no tuve ninguna duda de que ese libro estaba relacionado con Etiopía.
Sin poder remediarlo compré el libro y lo devoré la siguiente semana. A partir de ese punto, todo se fue desencadenando sólo. Buscando información por internet conocí más detalles sobre el trabajo impecable del Padre y me encontré con la posibilidad de viajar a Etiopía a través de la Fundación Ángel Olarán, en LLeida. Empecé a plantearme muy seriamente la posibilidad de hacer ese viaje y cuando Anunci me comentó que ella también estaba fantaseando con viajar a Etiopía lo tuvimos claro, más adelante se unió Irene y…. ¡¡¡¡ estábamos allí !!!.
Parecía, como digo, un sueño....







sábado, 22 de agosto de 2009

8 de Julio de 2009: Momentos en Lalibela

Cada día en Etiopía estuvo sembrado de imágenes y situaciones imborrables. Personas a las que no volveremos a ver pero a las que recordaremos cada vez que recreemos este primer viaje a Etiopía.

Estas son algunas de las joyas que nos encontramos en Lalibela:

Durante toda la visita a las Iglesias nos acompañaron, a parte de nuestros guías, dos personas, uno de ellos era un guía local destinado a enseñarnos y explicarnos el complejo y el otro, servicial y sonriente en cada momento, se encargaba de llevar nuestro calzado (para entrar en los templos es necesario descalzarse) de la puerta de entrada a la puerta de salida de cada una de las iglesias. Nadie nos explicó si ese era su trabajo o simplemente lo hacía para ganarse el alimento con la propina que por supuesto le dimos, pero el caso es que nos quedamos con la boca abierta la primera vez cuando al salir por una puerta distinta a la de entrada nuestros zapatos estaban milagrosamente esperándonos. Y lo más sorprendente de todo es que desde el primer momento supo exactamente cual era el calzado de cada cual. Era un hombre realmente entrañable:




La visita a los dos grupos de Iglesias la dividimos en dos, visitamos el primer grupo por la mañana, y el segundo y Bete Giorgis por la tarde. Entre medias comimos injera en un restaurante tradicional cercano al hotel y fantaseamos con la idea de montar un restaurante etíope en Madrid (¡no hay ninguno!). Antes de comer, en la parte de fuera, estuvimos entreteniéndonos con un juego de origen africano llamado GABATA (también llamado WARI http://www.efdeportes.com/efd9/jue9131.htm). Había un tablero hecho de piedra cerca de la puerta y aunque Million no se acordaba muy bien de las reglas del juego, un hombre que andaba por allí se sentó con nosotros y echaron juntos una partida (un ejemplo más de amabilidad). :



Mientras jugaban me di cuenta de que el reloj del hombre marcaba las 8 de la tarde, me fijé porque sí, sin ser consciente de ello, pero luego por la tarde, cuando visitamos una de las iglesias y vi que el reloj marcaba las diez, me vino a la cabeza nuestro amigo de la comida y recordé haber leído en algún sitio que los etíopes tienen un horario diferente al occidental. Efectivamente, ellos toman como referencia el amanecer de modo que su reloj empieza a contar a las 6 de la mañana. Por tanto, si queremos pasar de la hora occidental a la hora etíope debemos de restar seis horas.
Por la tarde, la visita del segundo grupo de iglesias se vio completamente eclipsada por Bete Giorgis, que es impresionante desde cualquier perspectiva no sólo por su arquitectura sino también por su emplazamiento. En el itinerario primero se contempla la Iglesia desde arriba y después hay que bajar por una cuesta y atravesar un pequeño tunel, excavado en la roca, que conduce directamente a la entrada principal de Bete Giorgis. En su interior el espacio resulta reducido y su decoración es similar al del resto de Iglesias, de una completa austeridad exceptuando las cruces, libros antiguos y demás enseres ceremoniales (bastones, tambores y sistros) que el sacerdote muestra a los visitantes. Es habitual que los turistas hagan fotos de estos momentos, por sus ropas, por lo espectacular de las cruces, por lo distinto de las imágenes religiosas que nosotros conocemos, y por eso los sacerdotes, cuando exponen sus cruces, o enseñan los libros, adoptan unos gestos y unas posturas dignos del mejor de los posados. Es una situación curiosa, que choca bastante con el contexto y con el embelesamiento en que se encuentran los monjes momentos antes. El sacerdote de Bete Giorgis estaba tan acostumbrado a las fotos que sacó de entre sus cosas unas gafas de sol en cuanto oyó la palabra Flash



Cuando dejamos Bete Giorgis una mujer, cubierta de blanco, se acercó a rezar a la Iglesia. Rezó durante mucho tiempo, inmóvil desde la distancia. Es muy frecuente ver escenas así, en Lalibela y en el resto del país, de hecho sólo los monjes de Lalibela rezaban en interior de las iglesias. Esto es así porque los fieles de la Iglesia Ortodoxa de Etiopía siguen los llamados “cuatro estados de pureza ritual” según los cuales los cuales los fieles pueden o no penetrar en el templo.

Hay talleres de tela y de pintura por toda Lalibela. Otras casas son escuelas religiosas donde se aprende la lectura del geez. Nos encontramos con una de estas escuelas nada más terminar la visita a Bete Giorgis, junto a un telar un religiosos pintaba en cuero y detrás suya un alumno leía el geez. Al vernos el religiosos nos enseñó sus pinturas:




Más adelante dos niños salieron a saludarnos. Eran los hijos del religiosos y para nuestra sorpresa usaron el español para pedirnos un caramelo. Es increíble la capacidad que tienen para aprender palabras en otro idioma, cuando intentas intercambiar palabras entre el amárico y el español repiten a la perfección cada cosa que les dices. Sin embargo nosotras…. Todo lo que hemos aprendido en dos semanas es ameseguenaleu (gracias) y de mala manera.


A la vuelta de las iglesias nos tomamos un café-te en el hotel( mezclan el café y el té de tal manera que pueden diferenciarse perfectamente, el té queda abajo y café arriba, merece la pena probarlo) maravilladas de la intensidad de los colores de Lalibela


Mientras tanto Anunci seguía buscando una tarjeta para su cámara de fotos, y la verdad es que la hubiera conseguido en Lalibela de no haber sido tan efusiva. Anunci es una de las personas más expresivas que conozco y tenía tal desesperación por la pérdida, que cuando la mujer de la tienda le dijo que las tenía poco menos que se avalanza sobre Million. Evidentemente, semejante muestra de alegría le sirvió a la dependienta para subir el precio de manera exagerada, con lo que nos fuimos de Lalibela sin tarjeta y con la esperanza de tener más suerte en Mekele.

Recuerdo con especial cariño la segunda noche que pasamos en Lalibela. Ese día no había luz y tuvimos que cenar a la de las velas. Realmente pienso que eso fue un regalo porque se creo un ambiente muy especial alrededor de la mesa. Hablamos bastante y aunque se había roto el hielo desde el primer día en ese momento me gustó sentirme entre amigos, olvidando por completo que ellos eran los guías y nosotras las turistas. Solomon empezó a perder la vergüenza y antes de irnos nos sorprendió con sus primera palabras en español, nos dijo: MAÑANA MEKELE

Y al día siguiente partimos de Lalibela con dirección a Mekele.