miércoles, 5 de agosto de 2009

4 de Julio de 2009: pasando por Estambul

El vuelo hacia Estambul, donde teníamos que embarcar en el avión hacia Addis Ababa, salía del aeropuerto de Barajas a las doce y media de la mañana. Quedamos en los mostradores de la Turkish a las diez.
El día anterior todo fue correr de un lado para otro, hacer y deshacer la mochila para que entrara todo sin superar el límite de peso, colocarlo todo en la mesa del salón para no dejarme nada, disponerlo todo estratégicamente en el macuto... Por la mañana quedamos en Doctor Ezquerdo, fui andando desde casa, dando un paseo, y al llegar me senté en un bar a esperar a Irene, que estaba desayunando con su hermana. Nos acercamos a la asociación Cielo 133 a recoger algunas cosas que llevar a la casa cuna que tienen en Addis Ababa. Cargada de ropa y envases de leche en polvo fui a comer a casa de mis padres.
Ellos fueron las últimas personas que vi antes de coger el taxi al aeropuerto, así que al despedirnos sentí que de alguna manera comenzaba mi viaje. Los nervios y la emoción no me dejaban parar, el salón de casa estaba lleno de cosas que era incapaz de ordenar. Las expectativas: todas, las preguntas también… Hablé con Anunci varias veces por teléfono y revisamos una vez más la lista para que no faltara nada: mosquitera, Relec, Malarone…. Demasiadas precauciones que luego resultaron innecesarias.
Recibí muchos mensajes deseándome lo mejor para este viaje. Pensé infinitas veces en el itinerario hasta que al final fin todo estuvo dispuesto en la entrada. Para no dejar ni un hueco al azar pedí un taxi por teléfono que me recogió a las nueve y media de la mañana, llegué la primera al aeropuerto. Como era el primer sábado de Julio la T1 estaba llena de gente, pero yo era la más impaciente de todas. Luego llegó Irene con su padre y su hermana, por último Anunci. Envolvimos las mochilas, sacamos las tarjetas de embarque, nos tomamos un café y….. ¡por fin todo estaba en marcha!

Esperando nos acordamos de las personas a las que les hubiera gustado hacer este viaje. Anunci habló con Pilar, que nos dio muy buenas noticias…. Al pasar por la casa cuna no podríamos olvidarnos de saludar al pequeño M.

El vuelo debía aterrizar en Estambul a las cinco y media de la tarde, lo que suponía una hora y media de margen entre un vuelo y otro. Días antes ya habíamos comentado que nos parecía poco tiempo, pero aún cuando el vuelo desde Madrid ya llevaba una hora de retraso el personal de la compañía nos aseguró que el avión nos esperaría en Estambul.

La cuatro horas de vuelo a Estambul pasaron muy rápido, no parábamos de fantasear sobre el momento de la llegada…. Hicimos cábalas sobre todo, reuniendo información sobre lo que habíamos leído, sobre lo que habíamos escuchado a otras personas que viajaron antes y sobre los que cada una había ideado en su cabeza. Teníamos versiones para todo…. cómo sería el sabor de la injera, cómo sería Samson, el guía que nos esperaba en Addis, cómo sería Marta, nuestra compañera de viaje, como sería conocer en persona al Padre Ángel, como sería penetrar en las famosas iglesias excavadas en la roca, y sobre todo, cómo sería pisar esa “tierra prometida” hacia la que nos dirigíamos.

Aterrizamos en Estambul pasadas las 7 de la tarde, la hora a la que salía el vuelo hacia Addis. Fuimos corriendo por los pasillos del aeropuerto para hacer el cambio de avión, pero cuando llegamos a la mesa de intercambio y nos derivaron sin más explicación a los mostradores de la Turkish ya sabíamos que el avión había despegado sin nosotras. Tardamos en ser atendidas porque había mucha gente en nuestra misma situación, gente que viajaba a India, a Pakistán y a Etiopía. Mientras tanto conocimos a dos chicas españolas que iban a pasar el mes de Julio en Addis, trabajando de voluntarias.

Nos cambiaron los billetes para el mismo vuelo del día siguiente, nos obligaron a pagar la visa y nos hicieron esperar un buen rato hasta trasladarnos al hotel Agnus. Mientras se resolvía el tema del alojamiento Irene llamó a Samson para explicarle la situación y nos tranquilizó saber que nos esperarían en Addis hasta el día siguiente, aunque era obvio que algún pedazo del viaje se había perdido en esas dos horas de retraso y nos sentíamos desilusionadas por ello.

Llegamos de noche al hotel, cenamos, hablamos bastante de nuestras vidas después de la cena y nos acostamos pronto. Decidimos madrugar para ver lo máximo de la ciudad antes de regresar al aeropuerto.

Yo no había estado nunca en Estambul, y era una ciudad que tenía ganas de visitar, esa es la verdad, pero lo que en cualquier otro momento hubiera sido estupendo aquel día era toda una contrariedad. El pensamiento inicial no fue “tengo un día para ver Estambul” sino “pierdo un día de estancia en Etiopía” y por eso el sentimiento inicial no fue precisamente de alegría. Pero lo cierto es que estábamos allí y que teníamos que aprovecharlo, así que intentamos, superada la desilusión, disfrutar el día todo lo posible.

En Estambul visitamos la iglesia de Santa Sofía, la Mezquita Azul, los restos del antiguo hipódromo de Constantinopla y después de comer fuimos paseando hasta el puente Gálata. Nos hubiera gustado visitar el Gran Bazar, pero era domingo y estaba cerrado. Hacía calor y había mucha gente caminando por las calles… Vivimos situaciones muy parecidas a las de otros viajes anteriores (Marruecos, Palestina) sus guías espontáneos tienen la capacidad de perseguirte sin que te sientas acosado… Uno de ellos insistió e insistió en que visitásemos la Cisterna, y si no lo consiguió fue porque no teníamos demasiado tiempo. En realidad lo que buscaba era que visitásemos su negocio de alfombras y la curiosidad que me hace estar hablando de él es que trabajaba con una tienda de Madrid en la calle Hermosilla, justo donde está la sede de Cielo… Parecía que si juntábamos eslabón a eslabón podríamos llegar a Addis desde cualquier parte del mundo.

En el puente Gálata cogimos un taxi de regreso al hotel donde nos tenía que recoger el autobús para llevarnos al aeropuerto. Una vez allí recuperamos la excitación del día anterior y en la puerta de embarque nuestra sonría se hacía cada vez mayor cuando más visibles nos volvíamos.

A día de hoy, no hemos perdido esa sonrisa.

1 comentario:

  1. Sí, nos quedamos más tranquilas después de hablar con Samson. Pero al principio me asustó un poco. Aquella contestación: "Vaya, pues lo siento........" con silencio a continuación; me hizo pensar: "Lo siento pero ahí os quedais, que nosotros nos hacemos el viaje con Marta (la cuarta pasajera)". Por fortuna, inmediatamente me dijo que no nos preocupásemos, que al día siguiente estaría esperándonos en el aeropuerto de Addis.

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