miércoles, 12 de agosto de 2009

7 de Julio de 2009: De Kombolcha a Lalibela. La primera Injera

Esa segunda noche cayó una tormenta impresionante. El techo del cuarto de baño del hotel era de uralita y sonaba como si cayeran piedras como puños del cielo, parecía que toda Kombolcha estuviera lanzando agua contra las paredes. Sin embargo, pese a esa tormenta y a que llovió prácticamente a diario (la temporada de lluvias en el norte de Etiopía es de junio a septiembre) los etíopes nos hablaron varias veces de su preocupación por la falta de agua, el padre Ángel concretamente nos dijo que hasta la fecha todo lo que había caído, en comparación con otros años, solo podía llamarse “llu”. La repercusión de esto en las cosechas es fácil de imaginar, de ahí la preocupación de todos, pero a parte de la agricultura la falta de agua estaba teniendo otras consecuencias indirectas en la economía. Al parecer gran parte de la energía en Etiopía es de origen hidráulico y la falta de agua fue una de las causas (Egipto y Sudán son los únicos beneficiarios del agua del Nilo) de que no hubiese luz, ni siquiera en Addis Ababa, prácticamente a diario.

Como el día anterior y como ocurriría en días sucesivos (eso si, Solomon no desistió hasta el último día en su empeño por conseguir estar preparados a las 7 de la mañana) nos demoramos más de la cuenta en el desayuno. Justo enfrente del hotel, mientras esperábamos a que Sol cargara el coche, había una pequeña iglesia en la que se estaba celebrando una misa o algún tipo de reunión religiosa. Desde fuera se les escuchaba cantar y sus voces, profundas, nos resultaron sobrecogedoras.

Aunque Dessie está muy cercar de Kombolcha hicimos una parada allí, al poco de salir, porque el día anterior, en un momento de prisas (de esos los de decirle a Sol ¡para, para!, en amárico ¡kum, kum!, para sacar una foto) Anunci había perdido las tarjetas de repuesto de su cámara fotográfica (de todas las fotos que podéis ver en el blog, las mejores son suyas!!). Por este motivo, paramos en Dessie, al poco de salir, con la esperanza de poder comprar una tarjeta nueva allí. Pero aunque Million nos llevó a varias tiendas, en ninguna de ellas tenían del tipo que necesitábamos.

Dessie es una ciudad grande y caótica, cuando estuvimos en Dessie era por la mañana y me pareció una locura la cantidad de gente que se encontraba por las calles. Es la capital de la región de Wollo y su población es predominantemente musulmana. Lo que dice en las guías de Etiopía sobre Dessie es que fue fundada en 1882 por el emperador Yohannes IV y que como consecuencia de la aparición del cometa Halley un año antes, mandó construir una iglesia a la que llamó Dessie (en amariña “la alegría”) al interpretar “esa estrella” como un milagro.

El resto de la mañana, salvo una parada técnica en la carretera, no nos bajamos del coche hasta la hora de la comida, en Weldiya. Y en Weldiya llegó uno de los momentos más esperados del viaje: el momento de conocer el sabor de la famosa injera (inyera o enyera, depende de la trascripción que se haga del amárico) y de la comida tradicional etíope.

¿Qué es la injera? Para poder responder a esta pregunta antes tengo que dar respuesta a la cuestión elemental si es que uno quiere saber algo sobre Etiopía: ¿qué es el Teff?. El teff, cereal endémico de las tierras altas de Etiopía, es indispensable en la alimentación etíope. Su nombre significa “perdido” debido al pequeño tamaño de su grano. Con la harina que se obtiene del teff se prepara la injera, una especie de torta enorme sobre la que se colocan las diferentes wat o wot (salsas o estofados que se elaboran a partir de carne, pescados, legumbres y especias) y que acompaña a todas las comidas.
Para preparar la injera y que ésta quede esponjosa debe dejarse, durante dos o tres días, fermentar la harina de teff en agua. Después, en un plato de cerámica (metad) puesto a calentar sobre carbón o leña, se deja caer una capa muy fina realizando círculos como si se tratase de una crepe y se termina de cocinar tapándose con el mugued o akembalo. Su sabor es agrio y su color varía en función de la variedad de teff.
Por último, y siendo fiel a lo que está escrito en los libros, la injera se come en un plato único, y se sirve en la mesob, una especie de mesa redonda hecha de estera de colores alrededor de la cual se sientan todos los comensales.
La injera se come con la mano derecha y se toma la parte de la bandeja que queda frente a nosotros. Como no se utilizan los cubiertos el primer paso antes de comer el lavarse las manos. Para ello la anfitriona trae en su mano derecha un cántaro con agua tibia y jabón, en su mano izquierda una palangana donde cae el agua y sobre su hombro izquierdo una toalla con que secar las manos a los invitados. Esta parte última del lavatorio de manos no la aprendimos sin embargo hasta al día siguiente, en el restaurante de Lalibela.
Ya en Madrid he leído que también es costumbre que el anfitrión introduzca un trozo de injera en la boca del invitado, a este gesto se le denomina gursha

Con esa primera deliciosa injera tomamos Tibes (estofado de carne) y Shirro (puré de garbanzos especiado). También nos arriesgamos a probar el picante etíope, de color rojo, que según me escribió Million en la libreta, se llama Awaze. Me resultó fantástico observar como comen la injera.

Después de comer reanudamos el camino por la carretera. Lalibela se encuentra a 2630m de altura, por lo que según nos fuimos acercando la temperatura fue bajando, la humedad subiendo y eran menos las aldeas y las personas que encontramos a lo largo del camino. El paisaje y el clima se hacían de montaña, las casas ya eran casi todas de piedra, y los niños se acercaban al coche abrigados con capas oscuras de lana. Entiendo que la vida en esa zona debe ser aún más dura.








En uno de los pocos pueblos que vimos en ese tramo del camino encontramos un camión de ayuda humanitaria repartiendo sacos de comida entre la gente, que regresaba a sus casas con el peso cargado a la espalda.




Las visiones durante el camino seguían siendo sorprendentes. Las tres viajábamos completamente fascinadas por el paisaje y sobre todo por las muestras continuas de respeto entre las personas, por la delicadeza con la que se tratan los unos a los otros, por el cariño y la dedicación que le prestan al saludo. El saludo en Etiopía es muy importante. Al saludo (Salam) pueden acompañarle muchos gestos: estrechar la mano en el caso más formal, estrechar el antebrazo de la otra persona, juntar los hombros, el abrazo y por supuesto, los besos, desde un mínimo de dos hasta cuatro. Las muestras de cariño, por otro lado, son naturales entre personas del mismo sexo, es muy corriente (y maravilloso) ver a dos hombres pasear cogidos de la mano como símbolo de amistad.

Por ese motivo he vuelto a España con la sensación de que las relaciones entre las personas son mucho más fluidas allí, más calmadas, más armoniosas…. Precisamente las muestras continuas de afecto entre Million y Solomon nos provocaron tal ternura que nuestro afecto hacia ellos fue sólo cuestión de un par de días. La manera en que se dirigen los unos a los otros genera un ambiente que a su vez predispone a crear lazos. Ese es, desde mi punto de vista, una de las primeras cosas que hace de Etiopía un país maravilloso.






4 comentarios:

  1. fuistes de voluntaria? o cual fue el motivo de tu visita? adopcion?besos

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  2. Fuimos de turismo. Cuando dices que te vas a Etiopía, normalmente la gente piensa que es por alguna de esas dos razones. Pero Etiopía tiene mucho que ofrecer. Es un país maravillos para visitarlo simplemente porque merece la pena. Sus gentes también merecen la pena. Ojalá seamos capaces de transmitirlo al mayor número de personas posible.

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  3. Hola, por favor mira esta propuesta: http://blogabay.wordpress.com/blogs-etiopia/cuadernos-de-viaje-a-etiopia/
    Gracias!

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  4. Hola Papá de Efu y Buzi,
    He entrado en la página que me dices y me encantaría participar. Mandé un email pero no tengo muy claro qué debo hacer, ¿me ayudas?.
    Mi correo es: crism_a@hotmail.com
    Gracias

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